NOTA
El país continúa vivo, a pesar de los ilusionistas, de los vendedores de odio y de los golpistas de guardia. Ahora, la narrativa pro-Golpe de 2016 gana nuevos colores, una visión distorsionada de la historia, con tonos típicos de fascismo latente en el país.
Con el propósito de contar la historia de la Lava- Jato, en una serie “basada en hechos reales”, el cineasta José Padilha incurre en la distorsión de la realidad y en la propagación de mentiras de toda suerte para atacar al presidente Lula y a mí.
La serie “El Mecanismo”, en Netflix, es mentirosa y disimulada. El director inventa los hechos. No reproduce “fake news”. Él mismo se convirtió en un creador de noticias falsas.
El cineasta trata el escándalo del Banestado, cuyo cambista-delator era Alberto Youssef, en una línea de tiempo alternativa. Pues bien, si la serie es “basada en hechos reales”, sería necesario, como mínimo, atenerse al tiempo en que los hechos ocurrieron. El caso Banestado no comenzó en el 2003, como aparece en la serie, y sí en 1996, en pleno gobierno de Fernando Henrique Cardoso (FHC).
Sobre mí, el director de cine usa las mismas tintas que provienen de la prensa brasilera para practicar asesinato de reputaciones, vertiendo mentiras en la serie de TV, algunas que ni siquiera parte de los grandes medios nacionales tuvieron el coraje de insinuar.
Youssef jamás tuvo participación en mi campaña de reelección, ni estuvo en la sede del comité, como destaca la serie prontamente en su primer capítulo. La verdad es que el cambista nunca tuvo contacto con cualquier integrante de mi campaña.
La mala fe del cineasta es escandalosa, al punto de cometer otra fantasía: la de que yo sería próxima de Paulo Roberto da Costa. Eso no es verdad. Yo nunca tuve ningún tipo de amistad con Paulo Roberto, quién fue exonerado de la Petrobras en mi gobierno.
En la serie de tv, el cineasta todavía tiene el desplante de usar las célebres palabras del senador Romero Jucá (PMDB-PR) sobre “estacar la sangría”, en la época del impeachment fraudulento, en un esfuerzo para evitar que las investigaciones llegaran a los golpistas. Jucá confesaba allí el deseo de “un gran acuerdo nacional”. Lo sorprendente es que el cineasta atribuye tales declaraciones al personaje que encarna al presidente Lula.
Presten atención. En la vida real, Lula jamás dio tales declaraciones. El senador Romero Jucá, líder del golpe, afirmó eso en una conversación con el delator Sérgio Machado, que lo grabó y a quien aclaraba sobre el carácter estratégico de mi impeachment.
En la ocasión, Jucá y Machado debatían sobre como paralizar las investigaciones de la Lava-Jato contra miembros del PMDB y del gobierno Temer, lo que se obtendría por la llegada de los golpistas al poder, a partir de mi destitución de la Presidencia de la República, en 2016.
Otra mentira es la declaración del personaje basado en Youssef de que, en 2003, el entonces ministro de la Justicia era su abogado. Una falsedad. El puesto era ocupado en aquella época por Márcio Thomas Bastos. Padilha realiza el ataque a la honra del criminalista de forma disimulada. El abogado ni siquiera hoy está vivo para defenderse.
El cineasta no usa la libertad artística para recrear un episodio de la historia nacional. Él miente, distorsiona y falsifica. Eso es mucho más que deshonestidad intelectual. Es propio de un pusilánime a servicio de una versión que teme a la verdad.
Es como si recreasen en el cine los últimos momentos de la tragedia de John Kennedy, colocando al asesino, Lee Harvey Oswal, acusando a la víctima. O Winston Churchill combinando con Adolf Hitler una alianza para atacar a los Estados Unidos. O Getulio Vargas, muy amigo de Carlos Lacerda, apoyando el golpe en 1954.
El cineasta hace ficción con la historia del país, pero sin avisar a la opinión pública. Declara basarse en hechos reales y con esto intenta disimular lo que está haciendo, al inventar fragmentos y distorsionar los hechos reales de la historia para encuadrar la realidad a su manera y a su beneplácito.
Reitero mi respeto a la libertad de expresión y a la manifestación artística. Hay quien desea hacer ficción y tiene todo el derecho de hacerla. Pero es imprescindible reconocer que se trata de ficción. Caso contrario, lo que se está haciendo no está basado en hechos reales y sí en distorsiones reales, en “fake news” inventadas.
DILMA ROUSSEFF